
FELIPE CALDERÓN, EL COBARDE
Porr Carlos González M.
Desde Madrid, España, en donde reside Felipe Calderón desde el mismo día que en Nueva York inició el juicio en contra de Genaro García Luna, su hombre de confianza y ex secretario de seguridad pública, acusado finalmente de proteger a cárteles del narcotráfico y formar parte de organizaciones criminales internacionales, desde aquella ciudad europea el expresidente Calderón rehusó de nuevo reconocer su responsabilidad en el reclutamiento de García Luna y culpó de ello a las agencias de inteligencia de México y de Estados Unidos.
Al salir de un evento celebrado por la derecha española en aquella ciudad en donde Calderón presumió haber sido orador, respondió a reporteros que para incorporar a García Luna en su gabinete «se siguió la debida diligencia tomando en cuenta información de las agencias de inteligencia tanto mexicanas como de Estados Unidos», y sin mencionarlo por su nombre, añadió que en el caso de «este» funcionario, «era alguien que tenía años trabajando en la administración pública, formado en tareas de inteligencia que son muy rigurosas en sus procesos de control de confianza». Si cómo no, ¡Ya vemos la calidad de esa rigurosidad!
Felipe Calderón ofende la inteligencia de los mexicanos al insistir a cada momento en su falsa inocencia y no aceptar la gran responsabilidad que tuvo él en no solamente invitarle a su gabinete sino en retenerlo, pese a haber sido advertido en múltiples ocasiones de las actividades ilícitas de su súper policía.
El militante del PAN está acorralado, sin saber para adónde hacerse, y su biografía está ya contaminada, por debajo incluso de la del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien pese al repudio social que lo arrastró hasta su muerte, asumió ser el responsable principal de los sucesos del 2 de octubre en Tlatelolco.
Felipe Calderón ni eso siquiera, es aún más pequeño y ruin.
El panista que hizo del combate a las drogas una guerra en contra de las personas, seguramente pasará a la historia no sólo como un traidor a su país,sino también como un hombre pusilánime: un collón.
Y esto pesa.