Por Víctor Octavio García
Crónica de cacería
- ¿Y el “Quiviru”?

Columna que reproduzco publicada el 1 de junio de 2015. He aquí lo que consignamos. Hace veintiún años, Jesús Ruibal Santa Ana, mejor conocido como el “Quiviru”, le dio por salir a tumbar un “hijuelachingada”, para esto se puso de acuerdo con un grupo de viejos cazadores: Pilarillo” Almaraz, Víctor Manuel Manríquez “Vidorria”, Manuel “Meño” Meza QEPD, “Fifico” Talamantes, Valentín Ojeda y Jorge Ochoa; y ¡fierros! pa’ la “Tinaja de la Vaca”; tenia poca experiencia de andar en el monte y rara vez había visto un venado en el monte; estaba joven y quería vivir la experiencia e incomparable sensación de tumbar un “hijuelachingada”.
Muy de mañana, al llegar al lugar, de inmediato levantaron el “paraje” en la “mesa del Rincón” y comenzaron a desparramarse de dos en dos haciendo pareja Jorge Ochoa y el “Quiviru”; antes de salir, el “Vidorria” le dio una caja de cerillos (fósforos) al “Quiviru”, recomendándole que siempre que saliera al monte se echará en la bolsa una caja de fósforos, “uno nunca sabe lo que pueda pasar”, le dijo, al tiempo que le recomendó a Ochoa que no fuera a dejar solo al “Quiviru” le recalcó; el “Quiviru” portaba un .222 de su papá, el Quetuyo Ruibal y Ochoa sin arma.
A las dos o tres horas de caminar y caminar revisando las cañadas del “rengo” les “botó” un “hujuelachingada” de 8 o 10 puntas, con la misma el “Quiviru” le tendió el .222 y ¡palos!, el animal que se encontraba no muy lejos de donde hizo el disparo quiso caer al recibir el “pajuelazo” en un cuarto trasero pero siguió trotando y lo siguieron por buen rato hasta que Jorge Ochoa, quejándose que le dolían un tobillo le dijo que no lo seguiría, mientras el “Quiviru” emocionado lo siguió; le había pegado en un cuarto trasero e iba rengueando; horas más tarde Jorge Ochoa regresó al “paraje” pero sin su compañero.
Pasaron las horas y el “Quiviru” nada; de inmediato se armaron dos grupos para salir a buscar al “perdido” con hachones de pitahaya seca para “alumbrarse” en la noche; antes de que “Pilarillo” y el “Vidorria” decidieron ir a Conquista Agraria a dejar las armas y un “hijuelachingada” de 8 puntas que habían “tumbado” esa misma mañana; traer agua y algo para comer, el “Vidorria” hizo cuatro disparos al aire para que se orientará el “perdido” de los cuales tres le contestó desde muy lejos, el cuarto disparo apenas se escuchó en una dirección muy distinta donde había hecho los otros tres disparos. Ya estando en Conquista Agraria el “Pilarillo” y el “Vidorria” optaron por invitar a Rufino Camacho, un viejo venadero que conoce de “juellas” para que los ayudará a buscar al “perdido”; de regreso, antes de llegar al “paraje”, se toparon con un “hijuelachingada” de 12 puntas en pleno arroyo encandilado con las luces del carro; de inmediato se “apiaron”, y como no llevaban armas comenzaron a buscar piedras para tirarle al “hijuelachingada” que corría despavorido y encandilado en el arroyo sin encontrar salida; infructuosamente buscaron piedras y al no encontrar le comenzaron a reventar terrones en el espinazo, costillas y en la cabeza que esquivaba con magistrales y ágiles movimientos; en una de esas el venado vio una salida y por allí burló la trampa en la que había caído perdiéndose en la oscuridad de la noche.
Llegaron al “paraje” y lo primero que hicieron fue preguntar por el “perdido”; no ha llegado le contestaron; bajaron los bastimentos, colaron café, se echaban un taco, y el “Quiviru” nada; en el “paraje” todo era preocupación porque no llegaba el “perdido”, mientras el “perdido”, después de que Jorge Ochoa se regresó pal “paraje”, el “Quiviru” siguió caminando sin detenerse como los toros de lidia, bordeando una cuchilla de donde divisó un arroyo y se descolgó pensando que era el arroyo por donde habían llegado al “paraje” esa mañana; al caer al arroyo titubeó y en lugar de agarrar por el arroyo pa’ arriba caminó en sentido contrario hasta que se dio cuenta y se regresó confiado que el arroyo atravesaría la carretera; caminó por el arroyo pa’ abajo hasta que se topó con rodadas de carro que siguió pensando que lo llevaría a la carretera; ya estaba pardeando cuando divisó luces a lo lejos y pensó que era un retén de soldados y escondió el .222 en el monte y siguió caminando atraído por la luces, ¡cuál sería su sorpresa que no era un retén sino el rancho de Amado Murillo! (QEPD).
Al llegar al rancho hambriento, cansado y sediento, le dieron café caliente sin azúcar que lo hizo sudar a chorros, para esto, el “Quiviru” ya había visto un enorme costillar de venado –asado– colgado en una de las vigas del corredor. Ya que agarró “aigre” –como dice Valentín Ojeda– les platicó que se había perdido, que andaba en los venados con varios compañeros y que se llamaba Jesús Ruibal Santa Ana, cuando les dijo como se llamaba le preguntó Amado Murillo, “eres hijo de don Jesús “Quetuyo” Ruibal, el “Quiviru” contestó que sí, Amado brincó de gusto y le gritó a su esposa que andaba en la cocida echando unas tortillas de harina en el comal, ¡vieja, es hijo de don Jesús, el “Quetuyo” Ruibal!, la señora salió de la cocina para saludar efusivamente al “perdido”. (Amado Murillo, durante muchos años fue compañero del “Quetuyo” Ruibal en cacería y salidas de pesca).
Mientras en el “paraje” había gran preocupación por el “perdido” trazando planes para salir muy de mañana a buscarlo, después de rastrearlo parte de esa noche “aluzándose” con hachones de pitahaya seca, el “Quiviru” se daba señorón “atracón” con costillas asadas de venado, tortillas de harina recién salidas del comal y un Fanta de naranja de dos litros que se bebió en dos o tres tragos. Amado Murillo le ofreció traerlo a La Paz en cuanto terminó de comer, a lo que accedió el “Quiviru”; lo trajeron a La Paz, donde el “Quiviru” se dio el lujo de echarse un “coyotito” (siesta) de una hora; se baño, rasuró y le pidió un “raite” pa’ Conquista Agraria a Enrique, su hermano, quién lo trajo y lo dejó en la casa del “Pilarillo” de donde, esa misma noche, el Memo Almaraz, hijo del “Pilarillo” lo llevó al ”paraje” –la “Tinaja de la Vaca”– al que llegó a las tres de la tarde del día siguiente, bañado, descansado, comido y rasurado; mientras en el “paraje” nadie había dormido preocupados por el “perdido”. Al apíarse del carro, en medio de la expectación de los preocupados compañeros de caza gritó; ¡aquí llegó el perdido!, lo que provocó gusto y jubiló después de medio día y toda la noche de estar con la preocupación por el “perdido”. ¡Que tal!
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