ABCdario


Por Víctor Octavio García

¡Qué tiempos aquellos!

¿Y Gamiochipi?

En memoria de Rafael Monterroca Elguea, extraordinario servidor público y excelente amigo. Descanse en Paz.

En 1975, durante la administración municipal de Jorge Santa Ana, conocí y comencé a tratar a Rafael Monterroca Elguea, con quien forjé un sólida amistad hasta su muerte, un excelente policía y mejor amigo, en ese tiempo era jefe de la policía cuando tenían la comandancia y cuartel en el Sobarzo, sobre la calle Altamirano y Constitución; Monterroca –como todo mundo lo conocía– corría fama de ser muy duro, cabrón, lo era y no; duro cuando había que ser duro y flexible cuando las circunstancias lo exigían y ante todo, un excelente policía que sabía usar la mano izquierda como herramienta de persuasión y mediación, poseedor de una gran sensibilidad y de un enorme corazón; infinidad de veces coincidí con él en fiestas particulares donde compartimos tragos, el pan y la sal, de él guardo gratos e imperecederos recuerdos.

Un día, durante el gobierno de Guillermo Mercado, muchos años después de habernos conocido y tratado, compartimos desayuno, él trabajaba en la Dirección de Gobierno que encabezaba Guillermo Salgado Mendoza, era agente raso, de a pie, hombre con mucha experiencia pero desaprovechado, allí me platicó la anécdota que hoy les comparto claro está, con su póstuma autorización. Durante el gobierno de Alberto Alvarado, antecesor de Víctor Liceaga, Mulegé pueblo y toda la zona norte de Mulegé experimentaban ambientes pesados, crispados, divididos por litigios de tierras, tal como hoy ocurre con los invasores y traficantes de tierras del PT en el sur del estado, en esa época había llegado Gamiochipi a Mulegé, abogado cachaniense (Mexicali), disque líder campesino curiosamente con derechos ejidales en el ejido de San Bruno, avecindado en BC, con el único e indescriptible fin de agitar y revolver las aguas entre campesinos y pequeños propietarios con el inacabado tema de litigios de tierra, Alberto Alvarado lo dejo hacer, deshacer y crecer, cada año hacía su aparición en el norte de Mulegé y era lo mismo; agitación, zozobra y malestar entre la población, Víctor Liceaga tenía antecedentes de la andanzas de Gamiochipi, así que desde el inicio de su gobierno decidió ponerle punto final al problema con la salida de Gamiochipi del estado; llamó a Rafael Monterroca para se encargará de Gamiochipi de una vez por todas, Monterroca tenía vasta experiencia en movimientos de contrainsurgencia y sabotajes en el bajo mundo, para esto armó un plan y se le presentó al gobernador para que le diera luz verde y lo avituallara con la logística; un par de agentes –civiles y discretos– una avioneta, recursos para comida y gastos de hotel; Monterroca después de los acuerdos se despide del gobernador con un saludo militar y le dice, “en menos de una semana queda resuelto el problema, señor”.

Monterroca se traslada discretamente a Mulegé pueblo, se hospeda en una casa de huéspedes como cualquier paisano y se dedica a rastrear y vigilar las salidas y entradas del líder campesino, a los tres días lo tiene “mapeado” y ubicado, habla a La Paz para que manden la avioneta, que aterrice en la pista frente al hotel Serenidad, que los pilotos no se alejen de la avioneta y que esperen instrucciones; arma el plan levantando a Gamiochipi a primeras hora del día de donde se hospedaba y lo conducen directamente a la pista, lo suben a la avioneta, una Cesna bimotor de cuatro plazas, no cruzan ni una palaba con él, Gamiochipi no deja de llorar como un niño poseído, sabía de lo que se trataba y lo que le esperaba, lo esposan antes de abordar la avioneta, se sube Monterroca y dos guaruras más, el piloto y copiloto, ora sí mi capitán, “tome coordenadas para el golfo y agarre altura de crucero, ya que se pierda la vista sobre las costas de Mulegé le diré lo que vamos hacer”, le dice Monterroca a los pilotos y toman vuelo; Gamiochipi entra en pánico implorando perdón hasta desvanecerse en el vuelo, cuando están justo a mitad del golfo, Moterroca le ordena a uno de sus ayudantes que abra la escotilla de la avioneta, “que desde allí lo aventarán”, Gamiochipi arrecia con sus incontenibles lloridos “implorando perdón, rezando y comprometiéndose de que no ya no vendrá a BCS ni a Mulegé, que todo lo dejará en paz, que no lo maten, que lo dejen ir”, Monterroca se conmueve al ver aquella lastimosa escena y le dice, “mira jijodelachingada, te voy a dejar vivo, pero te largas del estado, no te queremos ver aquí, para la otra no habrá perdón, así que ya sabes, cooperas o cuello”, ordena que cierren la escotilla del avión y le contraordena a los pilotos regresar a Mulegé; de regreso reina un silencio sepulcral entre los pasajeros excepto los incontenible llantos y sollozos de Gamiochipi, rezos y muestras de agradecimiento hacía Monterroca, aterrizan el Mulege, le quitan las esposas, y le recuerdan; “ya sabes lo que tienes que hacer”, Giomichipi desciende espichadito de la avioneta y se pierde entre los datilares del río Mulegé, en la tarde le avisan a Monterroca por radio; “el objetivo tomó camino, cambio y fuera”, ese mismo día por la tarde prepara su regreso a La Paz para dar parte del operativo, nada de radio o por teléfono, todo personal y en la más absoluta discreción, en la noche toma acuerdos con el gobernador para informarle escuetamente, al más rancio estilo militar, “operativo exitoso”, se le cuadra con un saludo militar y se despide del gobernador. ¡Qué tal!

Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase a victoroctaviobcs@hotmail.com

Un comentario en “ABCdario

  1. Yul Saigon

    Mitómano . Dejáras de ser alumno distinguido del difunto Carlos Dominguez Tapia .. ¿ Cuando nos platícas de tus tranzas en el H. Ayuntamiento de la Paz ? (vales de gasolina).. Por qué te «expulsaron» de la UABCS ??

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