Por Víctor Octavio García
¡Qué tiempos aquellos!
* En los ostiones
En Memoria de dos grandes amigos; Jesús “Chuy” Castro Villalba y Miguel Ángel Sepúlveda Cota; Descansen en Paz.
A inicios de los 80’s me avisaron que había muchos ostiones en el Conejo, hacía poco que había conocido la zona con Miguel Sepúlveda Cota y el Chuy Castro Villalba precisamente agarrando langosta en las mareas de junio y julio en la zona del Datilar, así que nos pusimos de acuerdo para ir a los ostiones; el Chuy Castro Villalba en ese tiempo tendría unos sesenta y cinco años o poco más, Miguel quizás el “tostón” y yo apenas pasaba los veinte años; el Chuy había trabajado muchos años en la salina de la isla San José, en la Purificación de huertero y de pescador en punta Coyote y San Evaristo, así que sabía el teje y maneje de la ostionada, recuerdo que tenía un pick up blanco Ford modelo 1968 o 70 king cab, y un “saloncito” (rifle) de un tiro con el que “liebraba” y rara vez erraba, donde ponía el ojo ponía la bala; el Chuy preparó un par de espátulas de muelle, un par de mazos y ¡Fierros” pal Conejo a los ostiones; llegamos al “paraje” de los Villalobos, conocidos ostioneros de la zona donde recalentamos los burritos que llevábamos y colamos café, era en tiempo de calor que allí no pega tan “juerte” por la brisa que entra del pacifico; luego de comer nos metimos al agua con los pantalones remangados, las espátulas, marros y una costal de yute cada uno en la mano, y vaya que había ostiones, aprovechamos la marea baja –el Chuy tenía un librito donde venían todas las mareas y lunas del año–; antes de entrar al agua me dijo el Chuy, Octavio –así me decía—“sígueme, te voy a decir cómo hay que desprenderlo de la piedra y matarlos, el primer ostión que saque será para ti, te los comes en el agua no necesitas sal ni limón, así me los comía yo cuando pescaba en punta Coyote, que desayuno ni que chingadera, así es como son buenos”, hecho y dicho, en cuanto se acercó a una piedra tepetatosa con las mangas del pantalón remangadas me habló, “ven, éste está bueno”, le metió la espátula para desprenderlo de la piedra, lo mató con una “trucha” especial que tenía para matar ostiones, lo abrió y allí en la misma piedra le echó un par de cortadas y me dijo, ahora sí, “pruébalo, a ver qué te parece”, y como a caballo dado no se le ve colmillo, le conteste, “una chulada Chuy, esto no tienen madre”, esa mañana me comí más de media docena de ostiones gordos, escogidos generosamente por el Chuy que una vez abiertos le lloraba el agua de mar.
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