Por Víctor Octavio García
¡Qué tiempos aquellos!
* Trompo a la uña

Martín Rubio Verduzco, compadre, mejor conocido como “Turte”, contemporáneo y paisano a quien veo y quiero como hermano, cuando teníamos entre 8 o 10 años nos entreteníamos bailando el trompo, era “gueno”, destreza que siempre le admire; agarraba el trompo, enredaba la piola y en el aire lo cachaba con la uña (recuerdo que en la uña del dedo gordo de la mano tenía un pozo en el centro donde bailaba el trompo); dibujábamos un círculo en la tierra y tirábamos dentro del circulo uno o varias monedas de peso o tostón, según las apuestas (Morelos blancos y tostones de cobre que eran más grandes) y había que sacarlos del círculo con el trompo bailando, quien lograba la hazaña se quedaba con la recompensa, obviamente siempre nos ganaba, era “gueno” pal trompo; sí el trompo quedaba adentro del círculo quien lo sacara con otro trompo se quedaba con él, reglas no escritas de la vagancia, así que mi compadre ganaba pa’ los refrescos y los dulces y se quedaba con muchos trompos a la vez, buenos y charrascos, que vendía de acuerdo a como era el sapo era la pedrada; en una ocasión mi padrino Alberto “Beto” Ojeda Acevedo, del rancho San Ignacio, me regaló un trompo que él mismo hizo de madera maciza de chino, un trompo pesado pero “serenito”, con la punta de clavo finamente afilada, una especie de tonka entre los trompos; la verdad yo no quería jugar de apuestas por miedo a perderlo, así que lo “bailaba por la libre” tratando de imitar las proezas de hoy mi compadre, quien me decía “entra o prestármelo, me “gúa” a chingar a todos” y yo me resistía, no quería arriesgar mí trompo.
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